A veces, ocurre que la vida se transfigura en heraldos negros. El pasado jueves, cerca del mediodía, uno de nosotros se vio en la situación de asistir al spelio de un amigo querido, en el lejano e inhóspito cementerio nuevo del sur, cercano al barrio San Carlos.
Pedro Bovarines fue un ex ypefiano, jubilado y nos convidaba a la gente de Ciudad del Milagro que vive en los alrededores de Polo Norte, con ricas empanadas y con sus anécdotas pícaras de pescador ocasional. Lo conocí en 1996, cuando peleaba para graduarme de Lic. en Historia, en una tarde algo fría de domingo, a pesar del sol. Desde entonces, nos fuimos "tanteando", como despacio, poco a poco, para que la amistad que nacía perdurara más allá de la siniestra Muerte.
Esta vez, al contrario de lo que ocurrió con Agustín, pude enterarme a tiempo y permanecer a su lado, en los momentos ya finales. Tuve que aguardar a que pasaran unos días, como para poder escribir una dedicatoria, con signos míos y con los de ese escritor al que tanto admiro, que es el francés Valentín Marcel Proust.
De él, en ocasión de una despedida a los estudiantes de Sociología 2007, leí en la última clase, estas sentidas palabras:
"... las lilas ... ofrecen gentilmente su perfume ... [como] las estaciones[,] cuyo retorno imitan, idénticas todos los años, el encanto de las cosas que pasan, que pasan y después vuelven sin poder devolvernos con ellas[,] todo lo que llegamos a amar en sus hermanas desaparecidas, el encanto y con el encanto[,] también la tristeza".
Proust, Marcel Crónicas. (NEED, Buenos Aires, 1997), 45-46.
Más adelante, este amado amigo, enuncia:
"... para hablar con exactitud[,] nunca se despide uno realmente de los seres que se han querido, porque nunca se los abandona totalmente.
Nada dura, ni siquiera la Muerte [...]"
Proust Crónicas, 72.
Siento en ocasiones, que me voy quedando solo, que tendré que derivar solo, tal cual lo dijera ese pensador galo al que tanto aprecio, que es y fue Derrida, fallecido en 2004 y del que, al igual que me sucede con Proust, casi no puedo hablar (y me lo piden en tantas circunstancias...).
Van ahora, luego de haber dilatado o diferido mis propias palabras, eludiendo el sacrificio de esta ofrenda laica con la que me destino a los otros, lo que pude escribir en la intimidad de mi elegía:
I
"Novia mía, ¿por qué no venís?;
¿qué clavo ató tus sienes? [...]", derrama Gelman
en uno de los poemas
que atesoro
en la computadora
en su disco rígido
en esa máquina vieja
que está en mi piecita vieja
de soldado pobre
en campaña
por lo imposible
y cuya poesía escucho
de cuando en cuando,
como ahora
que vuelvo del mundo
o de lo que queda de él
en los momentos en que no estoy en él
para esquivar así
sus desconsuelos,
a la par que cincelo
estas palabras que son amor
para que digan amor, amor
por amor
multiplicado amor
bello amor
porque nace amor de amor,
del amor
II
¡Ah, qué dicha
recorrer por vos
para vos
este blanco
que se parece
tanto a tus pechos!
¿Y qué
te asalta cuando
no nos oímos
no nos vemos
no nos hablamos
no nos escribimos
no nos abrazamos
no nos sabemos
no nos besamos?
¿Qué queda entonces,
del universo
cuando no se puede establecer
la hora el tiempo
en los desiertos y sus mil colores?
¿Qué,
amor
dulce amor
hermoso amor
delicado amor
frágil amor?
¿Qué?
III
Existe una combinación
misteriosa
que nos dona
la incomprensible vida,
sus azares
sus pliegues
sus canciones
sus movimientos
sus quietudes
sus torbellinos
sus pausas
Esa combinación
se inicia
a toda hora,
cada segundo
en que me extrañás
o en que me disuelvo
en un olvido momentáneo
a causa de que te distrae
el trajín cotidiano y gris
de los instantes en que no estás
en nosotros
o en vos
o en mí
Adrián López
[Después de tanta pena o audaz melancolía, arribaron al correo electrónico unas líneas de aliento de mi buen amigo Fernando, que está en España, junto a su amada esposa y su hijito Tomás. El e-mail expresa:
"Hermano querido:
¡¡¡Nunca te quedarás solo!!! Quizá mucha gente sin saberlo, notará en algún momento el bien que les nació, al relacionarse con vos, compañero. A veces, la huella danzante, inquieta, benigna y sobre todo, socialmente comprometida que una persona deja en uno, no hace su aparición sino hasta que se está preparado. Y es justo ahí, donde surge tu presencia, hermano.
Conozco bien la sensación de soledad de la que hablás...; es como un monstruo tan invisible y silencioso que te marchita despacio, hasta que te seca. Por suerte, esta gente encantadora que nos deja tanta ausencia a su partida, también nos trae con el tiempo, la frescura de los momentos compartidos, el compromiso solidario y las ganas de seguir, como las que siento yo, hermano. Como ves, el tiempo es emisario y opresor del momento creativo y libre, emisario de un sistema que ya me mira raro, si sueño un poco; por eso es que tengo que irme ya. Muchos dirían 'está todo bajo control...; no te plantees más de lo que debes...'
Un abrazo grande, compañero.
Con cariño. Fernando."
Hoy 3 de julio, arribó a adrianpoesia@gmail.com, un correo desde la hermana República de Chile. En su parte pertinente, sostiene:
"Estimado:
Muy bonita su poesía y su proyecto.
¿Habrás leído alguna vez a Pablo de Rokha o Rosamel del Valle? [Para mí,] ésos son los mejores de acá ..."
Firma: Gustavo]